proverbio arabe

14 de noviembre de 2012

Escritor de imágenes, pintor de sentimientos.

Imagina que a un pintor le dejasen ver un cuadro lleno de detalles y expresiones durante todo un día y que, tras eso, le pidiesen que, con lo memorizado, lo recreases sobre el mismo lienzo pero ahora cubierto de pintura blanca.
Supongamos ahora que solo permiten ver, a otro pintor, la copia del cuadro durante una hora y que, tras esto, tenga que, como su compañero, pintarlo sobre el lienzo original.
Ahora piensa en otro pintor distinto que tenga que dibujar la última copia tras haberla visto solo un minuto, también en el mismo lienzo.
Desde luego, los detalles se habrían perdido, las miradas de los retratados serían inexpresivas y, posiblemente, incluso olvidaría a alguno de los personajes. Además, debido a las numerosas capas de pintura con la que contaría la tela para ocultar lo original, la calidad sería ínfima. Desde luego el cuadro original y esta última versión no tendrían nada que ver, salvo los personajes centrales del cuadro.

¿No crees que  pasa lo mismo en el amor con las segundas partes? Nos empeñamos en recrear un momento, cubriendo con más y más capas de pintura para borrar todos los errores, en vez de aprender de ellos, sin entender que jamás conseguiremos recrear la belleza de esos primeros instantes, la pasión. Ambos cuadros, al fin y al cabo, solo tendrían algo en común: dos personajes principales deseando vivir una misma historia que poder inmortalizar.

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