proverbio arabe

15 de diciembre de 2014

El porqué de la lana roja y de Báilame el agua.

[Soundtrack: Neuman- Ingrid]
NOTA: 
Te pido perdón de antemano si sacas como conclusión de este texto que todo es una simple metáfora a la que he querido darle juego.

Si cierro los ojos, si dejo de mirar, si empiezo a ver, me encuentro por dentro. 
Una habitación blanca. Grande, enorme. 
Techo blanco, suelo blanco, paredes blancas. 
Y, en el centro yo, desnuda.
Porque para qué sirve la ropa cuando te encuentras en el centro de un vacío cosificado.
Una fotografía con la velocidad de obturación más lenta posible en la que el único objeto inmóvil ante la cámara soy yo. El resto del plano son personas, que no gente, difuminadas.
Cada uno de ellos, de vosotros, lleva en su mano un hilo rojo cuyo otro extremo está atado a mi cuerpo. 
Porque a veces siento que me descoso, que anudo uno de mis cabos rotos a vuestras muñecas para que tiréis, para que me descosáis. Para que me matéis.
Y aunque estáis quietos, en la foto siempre salís movidos. 
Y sólo se me ve a mí, mi cara, aunque esté de espaldas. 
La mirada triste; los ojos de Belice a través de los míos; la niña asesinada.
Y tiráis, y me descoséis.
Y la lana roja parece que nunca acaba. Porque sigue saliendo de mí.
Pero no sale. Porque está cosida a mí.
Se ve mi carne muerta, inútil, inmóvil, tirante por los nudos que no sé en qué momento tejí. 
Con los ojos abiertos no puedo ver más que mi rastro, mi sangre, mi ser. 
Mi lana roja. 
Hasta vosotros. Hasta esas personas a las que no puedo ver la cara porque no se quedan quietas. 
A esas personas a las que, sin embargo, reconozco. 
A vosotros. 
Los hilos son una continuación de mí y dibujan formas geométricas porque se entrecruzan, se enredan.
Porque tiran. Porque tiráis.
Porque uno de esos cabos sale de mi pecho. Del centro. No del lado izquierdo.  
A ti.
Y tiras. 
Y lo siento.
Y me duele.
Y latido extrasístole.
Porque he sido yo la que ha decidido quién enredaría mi vida en sus manos.
Porque cuando se juega con fuego, siempre hay uno que sale ganando.
Y si me estoy descosiendo, soy yo la damnificada. 
Parada cardiorrespiratoria. 
Pero sigues tirando.
De mí a ti.
De ruina a terremoto.
Y ahora te da por jugar un rato más. 
Por enrollarte la lana alrededor del cuello.
Y me dices: "si sigo tirando, me mato por ti".


"No desates las cuerdas hasta que sea tarde, demasiado tarde."
-Báilame el agua. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario