Estás clavado, a modo de crucifijo, en la pared de mi habitación.
"Porque de algo tendrá que protegerme mi ángel de la guarda" digo.
Y parece que esa explicación les basta a esos pobres que el único frío que saben sentir es el del invierno, como si no fuese más cruel imaginarte y que tu recuerdo tenga los ojos cerrados para evitar matarme en ese infinito precipicio.
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