Lo que más me gusta de esta foto es que ni siquiera iba a ser una foto.
Era simplemente una prueba del enfoque en primer plano de la cámara del móvil. Quería saber si sería capaz de inmortalizar a aquellas gotas, frías pero nunca gélidas, que se deslizan sobre cristales juntándose y separándose, como de forma premeditada.
Después de algunos intentos lo conseguí. Conseguí que se desdibujasen del fondo aquellas criaturas de ojos tristes y almas rotas por criofractura. Porque son personas que no saben a dónde van, ni saben tampoco dónde tienen las heridas. Por eso, al ver la sangre chorreando sus cuerpos, se limitan a pasear en círculos. Pero no saben que la lluvia no sólo limpia, sino que también cicatriza.
Por eso cuando Belice corre dejándose empapar por la calle, sin aparente rumbo fijo más que hacia sí misma, la miran con desprecio, porque piensan que está loca.
Porque no saben que la locura también cura.
Luchar por lo que queremos está bien, pero nos hace construir expectativas inalcanzables y el objetivo siempre nos decepciona. Por eso creo que el verdadero genio es aquel capaz de luchar por lo que aún no sabe que quiere pero, en el momento que lo consigue, está convencido de que era eso por lo que mereció la pena el esfuerzo.
Muchos dirán que es luchar para nada, sufrir por sufrir. Son los que no entienden que esta era la foto que yo estaba buscando.
Son los mismos que condenan la locura, sin saber que gracias a ella me estoy curando no sólo de mí, sino también de ellos.
Son los que maldicen la lluvia, porque no saben que, además de llevarse la sangre, arranca un trocito de la cordura.
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