Por el poder del azar, en mi lista de reproducción aleatoria aparece la canción de "por ti" mientras estoy ordenando mi armario. Está apunto de terminar esta canción que me recuerda muchísimo a ti cuando cojo una camiseta celeste que me encuentro en el fondo del cajón arrugada. Es la camiseta que rociaste el sábado con tu desodorante; la misma que llevé el ocho de octubre.
Auténticamente como aparece en las películas, me la llevo despacio hacia la cara a la vez que me dejo caer sobre la cama y permito que los recuerdos reinen el presente.
Dios mio, fue todo tan perfecto...
Tú y yo abrazados, sin preocupación alguna; solo pensando en nuestro mutuo amor mientras que con sonrisas adornamos la oscuridad de la habitación.
Todo es tan increíblemente perfecto gracias a ti que hasta tengo miedo.
De pronto, sin explicación alguna, siento como una lágrima se resbala lentamente por mi mejilla. Lo hace tímidamente ya que sabe de sobra que no tiene motivos para escapar.
Puede que lo haga por el hecho de que todo es precioso y existe aún en mí el miedo a que esto acabe. Pero no por mí; tú nunca me has dado motivos para ello. Todo lo contrario; me tratas realmente bien.
Haces que me sienta realmente especial por la forma en la que me cuidas.
Entonces una extrovertida sonrisa se apodera de mi expresión.
Es en ese momento cuando recuerdo que también se puede llorar de alegría.
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