No necesitas despiadadas armas, afiladas hojas metálicas ni sucios brebajes o pociones.
No necesitas asfixiantes objetos que rodeen mi cuello ni torcerlo hasta que éste quiebre.
No necesitas duraderas palizas, tanto físicas como psíquicas, en las que sientas cómo lentamente voy deteriorándome.
Ni siquiera tienes que buscar el punto perfecto en el que con un golpe seco puedas acabar conmigo.
Ese punto está en el centro de mi pecho y puedes destrozarlo, acabando con mi vida, con solo cuatro palabras.
Así de sencillo y simple. Sin dejar marcas visibles. Sólo un alma desgarrada que rompería en pedazos al escuchar esto saliendo de tus labios: ya no te quiero.

No hay comentarios:
Publicar un comentario