Ultimamente he conseguido entender que hay nada más y nada menos que tres clases de personas distintas. Primero, están las que son tal y como aparentan. Desgraciadamente, a este grupo pertenece realmente poca gente.Pero yo, prefiero sin duda la gente que pertenece a los otros dos grupos restantes.
En estos dos grupos se podrían incluir a todas aquellas personas con las que debes tener cierta confianza para que se abran a ti, enseñándote realmente su forma de ser.
Así mismo, podríamos hacer dentro de este grupo dos subclasificaciones.
En la primera, la persona, por razones que por el momento desconozco pero que intento descubrir día a día, se muestra frío y distante la mayor parte de las veces, o simplemente "borde".
(Sí Alberto, esto va por ti.)
Pues estas personas son como un muro muy muy alto.
Cuando nos encontramos por primera vez ante ellos, lo único de lo que somos capaces es de echarnos atrás y no treparlo.
Algunos un poco más valientes son capaces de llegar hasta la mitad pero, cuando ya se han cansado, se rinden y abandonan lo que ya habían conseguido escalar.
Pero yo no, yo me propongo a mí misma llegar hasta la parte más alta.
¿Por qué?
Pues muy sencillo.
Si las vistas que hubiese desde ahí fueran malas, habría perdido tiempo, sí, pero, ¿y si fueran el paisaje más increible que has visto en toda tu vida?
Yo, personalmente, no quiero perderme estas vistas, así que trepo hasta lo más alto. Y, ¿qué me encuentro en este caso? pues unas vistas increibles.
Claro está que cuando se lo cuento a la gente, no me cree, porque ellos se han detenido en contemplar la altura del muro.
Pero, yo lo que les digo es que no saben lo que se pierden.
Y por último, en el tercer grupo, pasa todo lo contrario.
Cuando las conoces piensas que son las mejores personas del mundo pero cuando coges confianza, descubres de que no valen absolutamente nada.
No creo que tenga que describir más en profundidad porque, desgraciadamente, este es el grupo que abunda por excelencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario