Te escribo porque no me he vuelto a acordar de ti. Creerás que no es cierto, que me contradigo. Que cada vez miento peor.
Pero estaba pensando que echo de menos tu casa, las paredes azules de tu cuarto. Saber qué guardabas en cada cajón. Seguro que si volviese descubriría que lo has cambiado todo de sitio.
Echo de menos levantarme del sofá porque acaba de llegar tu madre y que me colme de besos y me diga lo guapísima que estoy. Y fíjate, que yo creo que lo pensaba de verdad.
Estaba acordándome de la cancela metálica que abríamos para subir a la casa de tu tía, donde seguían los halagos. Las cenas japonesas en las que mi opinión parecía ser decisiva y me llamaban por ese apodo que no escuchaba en ningún sitio más.  
O que me preguntasen por la carrera y se alegrasen por mí; y creyesen en mí. Y ahora no lo hago ni yo, ya ves.
Echo de menos todas esas cosas, como tu mirada con sonrisa tonta que me hacía sentir tan importante; tu princesa republicana.
Echo de menos los planes de futuro; ir paseando cogidos de la mano de esa forma tan rara que inventamos.
Echo de menos hacerte el nudo de la corbata y que terminases besándome la frente. 
O tus "que no me mires así" con los que siempre conseguía la paz o la guerra en función del contexto. 
Porque claro que echo de menos el sexo; mi sonrisa de orgullo y la tuya de derrotado a la par que vencedor.
No sé. Echo de menos tantas cosas.
Y ninguna de ellas eres tú.
¿Ves que sigo sin saber mentir?
Porque no sé escribir de ti sin echarme a llorar, aunque no me hayas preguntado por esto.
¿Quieres que siga contándote verdades que no me has pedido escuchar? 
El anillo parece haberse oxidado, aun siendo inoxidable. 
Mi corazón parece haberse oxidado, aun no siendo de metal.
"El amor son dos rosales, tú y yo fuimos uno y medio."
 
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