Las palabras desfilan rápidamente ante sus ojos que, con ansia, se mueven de un lado a otro buscando un gesto de consuelo aunque resultaba inútil.Las frases se agolpaban en su cerebro.
Verdades incuestionables desgarran lo poco que quedaba de su autoestima.
Ya ni siquiera le avergüenza llorar en público: al menos en este momento.
Certezas que le desgarran el alma terminan con sus sueños.
Desea que aquellas lágrimas acabasen con su persona o, de forma más precisa, con lo que queda de ella.
El corazón le palpita más y más deprisa pero, por mucho que lo desee, no deja de cumplir su trabajo ni un momento.
Relee una y otra vez aquellas duras palabras en busca de un signo de cariño. Nada.
Sólo existe odio y ganas de venganza.
Si la finalidad era únicamente hacerle daño, desde luego lo ha conseguido.
Psicológicamente resulta indudable la muestra de su desgarrador llanto y en su muñeca, bueno, existe otra prueba a partir de ahora.
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